La discusión sobre la división de la Región de Los Lagos está comenzando, veámosla como una oportunidad. Argumentar que su extensión geográfica es un impedimento para que los funcionarios públicos o los ciudadanos puedan desplazarse eficientemente, como que tal o cual ciudad debiese ser la capital de la nueva región, que por razones políticas pasadas de definió de esta manera y no de acuerdo a la deseada, que aquella otra provincia bien podría aspirar también a ser región, constituyen una nimiedad que bien podríamos obviar y menos calificar. Más bien, lo que hay que evaluar es si a la luz de las actuales circunstancias ésta Región de Los Lagos contribuye a incrementar la riqueza de su territorio y el bienestar de sus habitantes. En efecto, en la sociedad de la globalización económica y del conocimiento la diversidad productiva y cultural constituye una riqueza que otorga visibilidad al territorio, es decir, existimos y les importamos a los demás en el mundo. Esto genera la posibilidad de atraer nuevas inversiones, mayor crecimiento y disminuir los impactos de los ciclos de crisis de las economías predominantes. Una región con una diversidad productiva es una fortaleza para desarrollar nuevas oportunidades de negocio, pero también lo es para reducir los impactos negativos sobre el empleo y por ende sobre el bienestar y la calidad de vida de sus habitantes.

Por otro lado tenemos las regiones homogéneas, súper especializadas desde el punto de vista productivo y con una identidad cultural a veces centenaria. Si bien pueden verse muy bien, tienen una serie de debilidades: son regiones vulnerables a los vaivenes del mercado y tiempos de crisis; no tienen oportunidades que aprovechar por que su especialización no las genera y por que los momentos críticos pueden dejar por el suelo los índices de empleo y con ello arrastrar el bienestar de sus habitantes. Más bien encontramos en el mundo ciudades con fuerte identidad cultural – turística mente atractivas- y súper especializadas –copan nichos de demanda en una cadena productiva-, pero que forman parte de regiones económicamente exitosas y estables.

La diversidad productiva y cultural de esta región constituye su gran riqueza y la base de sus posibilidades para seguir creciendo, disminuyendo la pobreza y aumentando las oportunidades y libertades de sus habitantes. Más bien, pareciera ser, que lo que necesitamos es fortalecer nuestras capacidades productivas, estrechar y complementar nuestros vínculos internos, optimizar nuestros procesos de decisión política regional, hacer más eficiente la administración pública regional y municipal, provocar estabilidad y optimismo para atraer inversiones privadas nacionales y extranjeras, potenciar las capacidades de nuestras universidades para el desarrollo de innovaciones tecnológicas y de las ciencias aplicadas con las potencialidades productivas y de servicios, e incrementar los índices de equidad entre sus provincias, entre sus comunas y al interior de sus ciudades. Que la provincia de Valdivia constituya por si sola una región, es el inicio de un camino al deterioro de sus oportunidades en el mundo actual; que el así llamado Llanchipal constituya por si misma una nueva región, es un derrotero similar. Esta es una gran región que hay que fortalecer y no debilitar; lo peor que puede ocurrir es que minemos las bases de su riqueza que están en su diversidad productiva y cultural, lo cual auspicia oportunidades de crecimiento y desarrollo, de éxito en un mundo cada vez más globalizado y competitivo, pero por sobre todo, de estabilidad en sus capacidades para construir una verdadera región moderna, eficiente, equilibrada y con suficiente autonomía y fortalezas para diseñar un estilo de desarrollo internamente más armónico y globalmente más autónomo.

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