Nuevamente el “talón de Aquiles” de nuestra sociedad se conecta dramáticamente con la condición sociocultural de las familias, reproduciendo una y otra vez la condición de origen de los alumnos. Sólo a través de la práctica selectiva es posible visualizar resultados destacados en alumnos de menores niveles socioeconómicos. Estos resultados, como otros en educación, no son más que el espejo de la sociedad que se construye a partir de las decisiones de mercado que pueden o deben tomar las familias en educación, en vivienda o en salud. Entonces, no será extraño que los próximos meses veamos 93.7% de los estudiantes de los colegios pagados instalados en las mejores carreras de las mejores universidades del país, cuyos docentes serán los más competentes en sus disciplinas y además, accediendo a las mejores becas y créditos más ventajosos.
Tampoco será extraño que veamos a miles de jóvenes provenientes de colegios subvencionados, esos que no pudieron postular siquiera, ingresando con esfuerzo a instituciones de baja calidad académica, a carreras de dudoso porvenir, sin acceso a apoyos y con mucho sacrificio de sus familiares. Ellos no tienen la responsabilidad de que la distribución de oportunidades haya estado prácticamente decidida cuando hace 13 años atrás ingresaron al kindergarten. Nuestro sistema educacional refleja la estratificación de la sociedad. Los jóvenes que viven en los barrios populares, que estudiaron en colegios subvencionados de precarias instalaciones y calidad docente, llegarán ilusionados al barrio Dieciocho en marzo. Así, nuevamente, se completa el círculo de reproducción social del Chile de estos tiempos, el que todos decimos no querer.
En general, los estudiantes se distribuyen equitativamente en cada una de las pruebas que contempla el proceso. A saber, 18% en cada una de ellas logra puntajes superiores a 600 puntos, y los mismos 49% y 32% en los tramos menores, respectivamente. No son más difíciles las matemáticas que la historia para los estudiantes chilenos, ni las ciencias que lenguaje; no son mejores los profesores de historia que los de ciencias, ni los de matemática que los de lenguaje; todos obtienen los mismos resultados.
Veinticinco por ciento de los estudiantes provenientes de establecimientos humanistas no logran promedios superiores a 450 puntos, como tampoco lo hace 50% de quienes estudiaron en colegios técnicos. Así como los alumnos de Liceos Humanistas Científicos esperan llegar a la educación superior, los de Liceos Técnico Profesionales también rindieron la PSU con la ilusión de seguir estudiando. Claramente, estos establecimientos no han logrado incorporar entre sus prácticas de gestión la preocupación que muchos de sus alumnos tienen. Para unos será la causa de la pobreza y precariedad de sus familias, para otros la finalidad de la modalidad impartida, pero para ninguno puede constituir una excusa que a estos alumnos, tengamos que cortarles sus sueños por nuestra incapacidad institucional y profesional de hacernos cargo de ellos.
Lo que evalúa la PSU de nuestros estudiantes es un conjunto de capacidades cognitivas que pueden ser aplicadas en todas las disciplinas y situaciones de la vida real que se les presenten, con el propósito de resolver exitosamente los problemas que vayan enfrentando. Estas pruebas –especialmente las de Lenguaje y Comunicación y de Educación Matemática-, se elaboran sobre la base de que tanto los contenidos como las habilidades son imprescindibles, ya que ambos elementos son necesarios para que el proceso de enseñanza aprendizaje sea efectivo y se pueda afirmar que los estudiantes, al egresar de educación media, serán capaces de seguir aprendiendo y se incorporarán a la sociedad siendo poseedores de un conjunto de competencias pertinentes para su desarrollo personal.
Existen fuertes condicionamientos sociales que impiden la equidad educativa en nuestro país, como también ineficacia en muchos establecimientos que bien podrían obtener mejores resultados que los esperados para sus alumnos. Esta es la tarea social y educativa que debemos corregir para poder aspirar a una sociedad con igualdad de oportunidades reales. Si bien, la disponibilidad de recursos por alumno es un factor relevante para mejorar la calidad de la enseñanza, la gestión escolar y la eficacia de nuestros docentes requieren atención urgente.