Dos situaciones me han sorprendido estos últimos días y son motivo de estas palabras: primero la entrega de la carta del Ministro de Educación y del Presidente de la República a los padres con los famosos semáforos dando cuenta de la calidad de la educación de los colegios de su comuna y, lo segundo, las palabras del Intendente regional a través de medios escritos regionales.
Sobre el semáforo. De manera simple, el Ministro pretende que con esta medida de colocarle color rojo a algunos establecimientos escolares, los padres tomarán la decisión de cambiar a sus hijos a aquellos que están en color verde, en el supuesto de que los colegios rojos imparten una mala educación y los verdes entregan buena educación. Los padres necesitamos estar informados acerca de la enseñanza que imparte el establecimiento al cual asisten nuestros hijos y de los logros que éstos alcanzan regularmente, pero simplificar in extremo la información que siempre se ha entregado, no es valorar la sensatez que los padres y educadores tienen sobre esta materia. Los colegios no son almacenes de los cuales se cambian a los hijos según sea el valor de los fideos. El mapa de Castro con los colegios en colores es mentiroso, en efecto, lo que a los padres les ha estado llegando es una información sesgada: aparecen colegios verdes (que serían buenos) y que tienen resultados peores que la medición anterior en todas o algunas de sus pruebas y además, tienen más bajos resultados de los cuales se podrían esperar por el nivel socio económico de los alumnos que allí asisten, es decir, tiene peores resultados que sus pares. Le pregunto al lector: ¿Puede ser considerado como bueno un establecimiento escolar que baja sus resultados y además éstos son peores que sus similares? Para el Ministro y el Presidente si (que son quienes firman la carta). Yo no lo creo, pienso que los establecimientos escolares que mejoran y se destacan entre sus pares son buenos y merecen la confianza de las familias. A los padres no hay que esconderles la información, pero tampoco hay que manipularla al entregarla.
Los dichos (escritos) del Intendente, representante del Presidente de la República y primera autoridad regional, no están a la altura ni académica ni moral de tan alta investidura y representación. Uno espera de sus autoridades sensatez, prudencia, equilibrio, ya lo dice el dicho popular: “lo cortés no quita lo valiente”, y el Señor Intendente tiene todo el derecho a volcar su pasión y compromiso político en lo que dice y escribe, pero tiene el deber de hacerlo con mesura y respeto por todos los ciudadanos, especialmente por aquellos que al igual que él, han dedicado su tiempo, sus conocimientos y compromisos con el desarrollo del país y nuestra región. Uno puede criticar las ideas y decisiones, ello es parte la lucha política, pero no se puede descalificar al adversario porque no piense ni actué como uno, por algo no estamos todos en el mismo partido (somos parte de la sociedad). El Señor Intendente actúa con una estimación excesiva de su cargo menospreciando a los demás; escribe con virulencia cuando se refiere a algunos parlamentarios como “perros de hortelano” por no haber votado favorablemente una propuesta del gobierno que él representa. El cargo de Intendente se debe ejercer con dignidad y en este como en muchos, se requiere prudencia en el decir, argumentación y persuasión en el debate político. La investidura de cualquier cargo público lleva implícito un dejo de pedagogía que aquí no se está ejerciendo. Yo no lo querría como profesor.

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