El gobierno ha estado entregando los resultados de la CASEN de forma parcial y de manera diferida, para mantener la noticia de las consecuencias del impacto de las “malas” políticas sociales aplicadas durante los años de los gobiernos de la Concertación. Así ocurrió con la entrega de las cifras de pobreza, luego con las de distribución del ingreso y ahora con los datos de educación. Sin embargo, a pesar de que el gobierno las esconde, han ocurrido cosas buenas para nuestros jóvenes durante estos últimos años. Veamos:
1. La educación se ha convertido en la mejor inversión que pueden hacer las personas. Aquellos que tienen 12 años de escolaridad obtienen un 31.9% más de ingresos que aquellos que sólo completan la educación básica. Quienes logran un título técnico de nivel superior, es decir, dos años más de estudios, tienen ingresos un 43.5% superiores a los anteriores y si logran un título profesional, sus ingresos se incrementan un 86.6% más; es decir, un profesional obtiene en promedio un 130% más que alguien que se conforma con cuarto medio. No hay instrumento en el sistema financiero que tenga tan altos retornos que la inversión en educación. Una persona con estudios técnicos llega a percibir anualmente casi dos millones de pesos adicionales a alguien que sólo se queda con cuarto medio. Sólo considerando este diferencial positivo, esta persona durante su vida laboral –sin considerar ahorros y otras inversiones-, habrá percibido los ingresos suficientes para pagar una casa de dos mil UF.
2. Una mirada equilibrada requiere reconocer los avances. En 1990 sólo el 26% de los jóvenes pertenecientes al 10% más pobre de la población tenía educación media completa; en 2009 más del 60% de los jóvenes de este grupo termina este nivel educativo. En 1990 el 53% de los jóvenes había alcanzado este nivel educativo en el país; en 2009 lo logra el 81.5%. En 1990 el 15.6% de los jóvenes estaba en la educación superior; en 2009 el 39.6% asiste a este nivel educativo. En 1990 el 4% y en 2009 el 19.1% de los más pobres asiste a la educación superior; en 1990 sólo el 13.9% de las mujeres asiste a la educación superior, en 2009 superan el 40%, siendo quienes más han avanzado en mejorar sus niveles educativos. Esto permite dimensionar hasta qué punto la expansión de la oferta educativa chilena desde 1990 ha sido un poderoso motor de movilidad social.
Estas cifras son impresionantes para cualquier coalición que en sólo 20 años redujo la pobreza desde un 38.6% en 1990 a un 15.1% en 2009 y haciéndose casi un escándalo del incremento desde un 13.7% al cual se había llegado en 2006. Hay que guardar las proporciones, no soy de los que creen que todo tiempo pasado ha sido mejor. Estas cifras demuestran que nuestros jóvenes hoy tienen mayores oportunidades que los de generaciones anteriores. Sin embargo, nuestro sistema educacional tiene problemas de calidad y esto está asociado a la distribución del ingreso. Somos uno de los países más inequitativos del mundo; por ejemplo, el 10% de los hogares de mayores ingresos recibe 46,2 veces el ingreso del 10% de los hogares con menores ingresos; mientras sólo dos de cada diez jóvenes provenientes de las familias más pobres asiste a la educación superior, nueve de cada diez de las familias más ricas lo hace. Esa brecha, sin embargo, es hoy menor que en ningún otro momento de nuestra historia, y eso refleja la tendencia de los últimos 20 años.
Hace unos días, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, señaló en un informe que si bien Chile ha logrado grandes avances en educación aún falta camino. Uno de las preocupaciones del organismo son los problemas de equidad que aún no se resuelven en el país. El informe de la OCDE, además, dijo que el país debiera mejorar los resultados en las escuelas más vulnerables enfocándose, incluso, más en este sector que en el resto porque de esta forma, sostiene el organismo, se mejorarían los resultados y la equidad. Atribuir toda la responsabilidad de la mala calidad de la educación al sistema educativo, es carecer de voluntad para realizar los cambios que en esta nueva fase se requieren, mantener el discurso de que la educación resolverá todos los problemas del país en el corto plazo, no es consistente con los retornos que esta genera sólo a partir del ingreso al mercado laboral de las personas. Todos los países con resultados educativos destacados por sus estudiantes en las mediciones internacionales y bienestar social de sus habitantes, son los que poseen mayores niveles de equidad en el mundo. Hasta la fecha, nada hemos escuchado de las nuevas autoridades para enfrentar esto que podríamos calificar como el flagelo del siglo XXI, sólo se han limitado a lamentar los 20 años de la Concertación como si quisieran retrotraer el país a como lo dejaron en 1990.
1. La educación se ha convertido en la mejor inversión que pueden hacer las personas. Aquellos que tienen 12 años de escolaridad obtienen un 31.9% más de ingresos que aquellos que sólo completan la educación básica. Quienes logran un título técnico de nivel superior, es decir, dos años más de estudios, tienen ingresos un 43.5% superiores a los anteriores y si logran un título profesional, sus ingresos se incrementan un 86.6% más; es decir, un profesional obtiene en promedio un 130% más que alguien que se conforma con cuarto medio. No hay instrumento en el sistema financiero que tenga tan altos retornos que la inversión en educación. Una persona con estudios técnicos llega a percibir anualmente casi dos millones de pesos adicionales a alguien que sólo se queda con cuarto medio. Sólo considerando este diferencial positivo, esta persona durante su vida laboral –sin considerar ahorros y otras inversiones-, habrá percibido los ingresos suficientes para pagar una casa de dos mil UF.
2. Una mirada equilibrada requiere reconocer los avances. En 1990 sólo el 26% de los jóvenes pertenecientes al 10% más pobre de la población tenía educación media completa; en 2009 más del 60% de los jóvenes de este grupo termina este nivel educativo. En 1990 el 53% de los jóvenes había alcanzado este nivel educativo en el país; en 2009 lo logra el 81.5%. En 1990 el 15.6% de los jóvenes estaba en la educación superior; en 2009 el 39.6% asiste a este nivel educativo. En 1990 el 4% y en 2009 el 19.1% de los más pobres asiste a la educación superior; en 1990 sólo el 13.9% de las mujeres asiste a la educación superior, en 2009 superan el 40%, siendo quienes más han avanzado en mejorar sus niveles educativos. Esto permite dimensionar hasta qué punto la expansión de la oferta educativa chilena desde 1990 ha sido un poderoso motor de movilidad social.
Estas cifras son impresionantes para cualquier coalición que en sólo 20 años redujo la pobreza desde un 38.6% en 1990 a un 15.1% en 2009 y haciéndose casi un escándalo del incremento desde un 13.7% al cual se había llegado en 2006. Hay que guardar las proporciones, no soy de los que creen que todo tiempo pasado ha sido mejor. Estas cifras demuestran que nuestros jóvenes hoy tienen mayores oportunidades que los de generaciones anteriores. Sin embargo, nuestro sistema educacional tiene problemas de calidad y esto está asociado a la distribución del ingreso. Somos uno de los países más inequitativos del mundo; por ejemplo, el 10% de los hogares de mayores ingresos recibe 46,2 veces el ingreso del 10% de los hogares con menores ingresos; mientras sólo dos de cada diez jóvenes provenientes de las familias más pobres asiste a la educación superior, nueve de cada diez de las familias más ricas lo hace. Esa brecha, sin embargo, es hoy menor que en ningún otro momento de nuestra historia, y eso refleja la tendencia de los últimos 20 años.
Hace unos días, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, señaló en un informe que si bien Chile ha logrado grandes avances en educación aún falta camino. Uno de las preocupaciones del organismo son los problemas de equidad que aún no se resuelven en el país. El informe de la OCDE, además, dijo que el país debiera mejorar los resultados en las escuelas más vulnerables enfocándose, incluso, más en este sector que en el resto porque de esta forma, sostiene el organismo, se mejorarían los resultados y la equidad. Atribuir toda la responsabilidad de la mala calidad de la educación al sistema educativo, es carecer de voluntad para realizar los cambios que en esta nueva fase se requieren, mantener el discurso de que la educación resolverá todos los problemas del país en el corto plazo, no es consistente con los retornos que esta genera sólo a partir del ingreso al mercado laboral de las personas. Todos los países con resultados educativos destacados por sus estudiantes en las mediciones internacionales y bienestar social de sus habitantes, son los que poseen mayores niveles de equidad en el mundo. Hasta la fecha, nada hemos escuchado de las nuevas autoridades para enfrentar esto que podríamos calificar como el flagelo del siglo XXI, sólo se han limitado a lamentar los 20 años de la Concertación como si quisieran retrotraer el país a como lo dejaron en 1990.