A propósito de las elecciones presidenciales, un candidato ha planteado dos temas que me han llamado la atención, no por sus virtudes de eficiencia, sino por las consecuencias que generarían en nuestra sociedad. La primera es la referida a la implementación del “bono Auge”: el candidato ha dicho que cuando el sector público no cumpla en determinado tiempo con otorgar atención a algún paciente, éste tendrá derecho a exigir un “bono” con el cual podrá dirigirse a una clínica privada y comprar el servicio requerido. Lo que en principio puede parecer atractivo –todos queremos atención oportuna, especialmente en salud-, el trasfondo implícito al implementar una medida de esta naturaleza conlleva fortalecer y consolidar una red privada de salud en el país, la cual siempre ha sido cuestionada, no sólo por sus costos, sino por el carácter discriminatorio. Se desvían recursos del sector público al sector privado; se incentiva a que los médicos especialistas sean contratados en clínicas privadas; se incentiva a la creación de servicios adicionales como laboratorios en el sector privado; medidas como estas se transformarán en políticas ejes de los servicios de salud para disminuir los plazos Auge y por esa vía apremiar aún más al sector público; no será extraño la proliferación de convenios con las Isapres y farmacéuticas que en principio ofrecerán atractivos planes de atención –y hasta descuentos- para atrapar a quienes ilusionados por la eficiencia privada terminarán en las redes expoliadoras de los derechos que se han garantizado en salud los últimos años. Implementar un bono de esta naturaleza es promover el egoísmo social, dónde quien más tiene –que podrá agregar dinero al bono-, podrá acceder a mejores servicios, pero que dejará en el desamparo a aquellos que no los poseen y sólo a lo que el bono pueda costearles. Lo que se busca es disminuir el Estado hasta reducirlo a una ventanilla en la cual podrán retirar el bono para ir a la clínica privada. En definitiva, lo que se busca es el fortalecimiento y ampliación del sector privado y la destrucción del sector público en salud.
La otra mediada que me ha llamado la atención es la referida a la creación de “50 liceos de excelencia” del tipo Instituto Nacional. Nuevamente la luz que atrae, pero además denota un desconocimiento de la realidad nacional y un desprecio al esfuerzo que por décadas muchos liceos “tradicionales” han realizado en las provincias de Chile para que muchas generaciones sean profesionales. Si bien se plantea como una idea que fortalecerá la meritocracia, lo que en el fondo conlleva es el fortalecimiento de la discriminación. Lo que el país necesita es profundizar los esfuerzos para que toda la enseñanza media –que ahora es obligatoria- sea de excelencia y no sólo la de algunos. En la práctica, medidas como esta profundizarán la brecha entre la calidad de la educación de los hijos de las familias modestas y de los de las familias de mayor capital cultural y social, los que en cualquier liceo o escuela tendrán buenos resultados. Se imagina usted un liceo de esos 50 en nuestra ciudad? Quiénes serían los que quedarían seleccionados? Ya se los imagina, y quiénes serían los que quedarían en los liceos existentes? A propósito, en estos liceos estarán los “mejores profesores” y los otros permanecerán…en los otros liceos. Esta es una medida extemporánea, ya tenemos liceos de excelencia en el país, que han realizado una tarea histórica por promover la movilidad social; es una medida que va en contra de la equidad y la justicia social que hemos tratado de implementar durante estos años, contraria a la pedagogía moderna que busca que todos aprendan y desarrollen el máximo de sus potencialidades; medida discriminatoria, que una vez más, vestida de la ilusión eficientista, se nos coloca como un velo que no nos permite ver el trasfondo egoísta que lleva incorporada. En el marco de una sociedad democrática, esta medida implica ofrecer privilegios para unos pocos, cuando la tarea es calidad para todos, sin exclusiones.
El próximo domingo algunas personas votarán por el candidato más simpático, otras por aquel que mejor se expresa, también votarán por aquel que representa un pasado más cercano a lo que es uno mismo, habrá quienes votarán por aquel que más ha visto en la propaganda electoral en las calles de la ciudad, por supuesto están los que votarán por el que garantiza la mantención de sus privilegios o la posibilidad de incrementar sus intereses. Indudablemente muchos votan pensando en que es necesario un cambio de políticas, un cambio de rostros en los cargos. Todas son razones legítimas, yo votaré este domingo –como Isabel Allende-, porque quiero estabilidad en este proceso de construcción de una sociedad más solidaria, cada vez más inclusiva, cada vez menos discriminatoria, cada vez menos egoísta. Votaré por el candidato que me garantiza continuidad en serio de las medidas de protección social que se han venido implementado durante estas décadas, para luego exigir más transparencia, más eficiencia y más recursos para tener mejor educación y salud para todos.

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