Cualquier organización que pretende lograr objetivos tiene que hacer cumplir las normas y la correcta realización de las acciones que permitirán alcanzar sus objetivos. Lo primero que compete a una escuela es clarificar a sus integrantes, profesores y alumnos, su misión como núcleo del ideario y proyecto. Más aún, cualquier propósito de enseñanza requiere, para ser alcanzado, de la disciplina escolar. Lo cual, en sentido amplio incluye dos partes: por un lado está vinculada a la convivencia regulada por normas y reforzada por actitudes y hábitos de urbanidad que le dan un valor positivo. Sin disciplina no puede haber buena convivencia. Además, por otro lado, la disciplina viene dada por una correcta y eficiente disposición ordenada de todas las actividades que tienen lugar, principalmente en las aulas y otros espacios del recinto escolar. Incluimos aquí acciones tales como el cuidado de los bienes públicos, la puntualidad, el aprovechamiento del tiempo, el estudio individual diario, la realización y control de los deberes u otro tipo de enseñanza indirecta. La enseñanza bien preparada y ejecutada en un buen clima de relación humana es el más importante aglutinante del orden en la sala de clases y la mejor prevención para acciones descontroladas, especialmente las que tientan a los jóvenes al término del año escolar, el cual tiene un tiempo determinado y conocido con anterioridad al cual deben los establecimientos ajustar sus programaciones escolares. Por lo tanto, no se entiende que llegue diciembre y nuestros jóvenes comiencen a pasear por el centro de nuestras ciudades, no sólo perdiendo tiempo valioso para una mejor enseñanza, sino colocando en riesgo su integridad física.

Los profesores son claves en la disciplina. Deben dominar el difícil equilibrio entre la firmeza y flexibilidad. La disciplina viene favorecida por una eficiente organización de la escuela, cuyo lema incluye cordialidad, esfuerzo y alegría. Alegría no presupone holgazanería y hedonismo. Más bien al contrario. A los jóvenes les gusta proponerse metas elevadas y superar dificultades. El esfuerzo no se opone al interés porque el interés profundo irá siempre unido al esfuerzo y la constancia que da la fortaleza del carácter. El profesor eficaz tiene que ser sostenido por la sociedad y autoridades para que logre en su clase: una atmósfera ordenada y tranquila; fomente altas expectativas; sea claro en sus exposiciones; consiga que los alumnos realicen ejercicios abundantes inmediatamente después de la presentación y efectué una evaluación diversificada que incluya exámenes periódicos y anuales tanto de tipo oral como escrito. La organización de la escuela debe estar de tal manera diseñada y ejecutada que facilite la acción disciplinada de todos. Naturalmente con flexibilidad y amor hacia los jóvenes para el encuentro educativo, lo cual no supone inoperancia o falta de exigencia que deje indefensos a los profesores y les imposibilite llevar a cabo el arte de enseñar. La disciplina o actividad ordenada es un factor de calidad de las escuelas y ello debe notarse en la ciudad.

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