La equidad en educación significa hacer efectivos, entre otros, los derechos a la igualdad de oportunidades, a la no discriminación y a la participación; implica no sólo igualdad de acceso –que hemos garantizado-, sino y sobre todo, igualdad en la calidad de la educación que se brinda y en los logros de aprendizaje que alcanzan los alumnos en los ámbitos cognitivo, afectivo y social. John Rawls en su concepto de Justicia como Equidad nos invita a trabajar por el ideal valórico de un sistema equitativo de cooperación social entre personas libres e iguales, donde toda persona no sólo tiene derecho a un régimen suficiente de libertades básicas iguales, compatible con un régimen de libertades iguales para todos; sino que además, donde las desigualdades sociales y económicas deben estar ligadas a empleos y funciones abiertos a todos, bajo condiciones de igualdad de oportunidades, y deben favorecer a los miembros menos favorecidos de la sociedad. Es decir, para Rawls la verdadera libertad nos es posible sin un reconocimiento pleno y la aplicación efectiva de los derechos sociales y sin el principio de equiparación de oportunidades, que no significa tratar a todos por igual, sino, por el contrario, dar más a quién más lo necesita y dar a cada cual lo que requiere en función de su situación y características personales y de su origen social y cultural.

El Gobierno del Presidente Lagos, al decidir la entrega de US$16 millones, provenientes de los impuestos que tendrán que pagar las 35 mil personas más ricas del país, a 15 mil jóvenes de la educación superior y técnica de familias modestas, no está haciendo otra cosa que construir las bases para la igualdad de oportunidades futuras para aquellos que hoy, teniendo talento, han nacido bajo un régimen de desigualdades y por lo tanto, tendrán un futuro abierto a las oportunidades disponibles a todos. De esta manera, no sólo estamos otorgando “más a quien más lo necesita” y compensando las condiciones de origen, sino que por sobre todo, lo que nos interesa es crear un régimen distinto, un régimen de libertades reales que les permita a los jóvenes de hoy optar y decidir mañana sin tener que estar sujetos a condicionamientos políticos y sociales que seguirían reproduciendo las desigualdades de hoy. Con medidas como estas, la educación si se convierte en un elemento de transformación social, que juega un rol en la superación de las desigualdades sociales disminuyendo las brechas de injusticia existentes. La construcción de una sociedad más libre no tiene que ver con las oportunidades entre uno y otro producto en el escaparate del supermercado que tiene un individuo, sino que con la dignidad con que las personas transitan por nuestras calles, viven en nuestros barrios y participan de los procesos de elección de futuro. Las oportunidades hoy serán la libertad de mañana; más y mejor educación hoy es el instrumento para derrotar la pobreza esclavizante a la que de otra manera seguirían sometidos muchos de nuestros jóvenes talentosos en el futuro.

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